Fue en el año 2005 cuando un grupo de amigos, profesores de distintas universidades españolas, y alguna extranjera, que en aquellos momentos coincidíamos en el Archivo de la Catedral de Cuenca trabajando sobre aspectos distintos de la Historia, arte, religiosidad popular, economía, prosopografía, comentábamos lo importante que sería para cada uno de nosotros contar en esos momentos con una buena publicación de fuentes, y lo poco considerado que está entre nuestros propios colegas dedicarse a su edición. Quizá no tanto porque con miopía académica se considere un trabajo menor, cuanto por lo lento de su realización y sus dificultades para completarlo con visos de verdadera «fuentes para la Historia», pues, sabemos, que no se trata únicamente de poner en práctica una mejor o peor «técnica de lectura» paleográfica a la hora de volcar sobre nuevo papel legibles signos viejos, sino de ofrecer al cultivador de la ramificada Clío, un “almacén” de información científicamente «organizada» y elaborada, sin fecha de caducidad, pudiendo ser usada en cualquier momento y circunstancia sin peligro de “contaminar” de falsedad a quien la utilice.
De aquella conversación salió el deseo, para algunos ya vieja senda transitada, archivo de emprender el arduo camino de la publicación crítica de fuentes para la Historia, en primer lugar de nuestra ciudad de Cuenca, pero no únicamente, pues no todos los reunidos nos podemos dedicar con exclusividad al pasado de esta ciudad, ni por línea de investigación ni por situación geográfica donde desarrollamos nuestras docencias, algunos muy alejados de ella, y las «fuentes originales» quieren ser tratadas en el lugar donde se conservan. Sí, ya sabemos que las técnicas modernas permiten su reproducción sin dañarlas y hacerlas viajar con rapidez hacia los puntos más alejados donde se las espera; pero, la experiencia nos enseña que, siempre, en uno u otro momento de nuestro trabajo con reproducciones, tendremos que acudir, sin remedio, al archivo donde se custodia el original si no queremos pasar por alto aspectos dudosos o dar por cierto cualquier «pequeño detalle» cuando nuestro sentido histórico-crítico, si es que lo tenemos, nos dice ¡cuidado!.
Sean estas palabras el preámbulo del acto que las ha originado: presentar la Asociación Cultural Lope de Barrientos que, por los motivos y con los fines ya dichos, hemos querido fundar aquellos colegas que en un breve descanso de nuestras investigaciones conquenses comentábamos la falta de fuentes publicadas.
No en vano, para llevar a cabo nuestro propósito, pensamos que sería necesario crear, de momento, dos líneas de publicación. La primera que se dedicase en exclusividad a sacar a la luz la documentación que de nuestra ciudad y diócesis se conserva en el Archivo de su Catedral, a la que dimos el título de «Fuentes Históricas de Cuenca». Una segunda línea recogería la publicación de fuentes de otros lugares peninsulares y que hemos denominado «Fuentes Históricas Hispanas».
Finalmente, creemos que es de justicia agradecer al Cabildo de la Catedral conquense su predisposición y facilidades para que podamos hacer de su Archivo el centro principal donde desarrollar nuestras investigaciones; agradecimientos extensibles al resto de instituciones que posibilitan el desarrollo y consecución del ideario y fines de la Asociación, caso de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.